Fragmentos del diario de Gala Plácida
24 de Agosto. 410 d.C.
“¡Los esclavos nos han traicionado! Han asaltado la puerta Salaria pasando a cuchillo a la guarnición, luego han realizado señales al ejército enemigo que se coló en tropel por la puerta abierta. Junto con otros miembros de mi familia huimos para refugiarnos en la iglesia de San Pedro”
25 de Agosto. 410 d.C.
“Permanecemos recluidos en el templo, fuera se escucha el furor de las hordas bárbaras que saquean todo lo que encuentran a su paso. Mi hermano el emperador intenta negociar con su jefe.”
26 de Agosto. 410 d.C.
“¡Horror! Mi confesor me ha revelado algo terrible. Mi hermano quiere entregarme al jefe bárbaro como botín. Quiere convertirme en su esposa. Prefiero morir”
27 de Agosto. 410 d.C.
“Salimos de la ciudad. Una larga fila de carros, caballos y soldados bárbaros se dibuja sobre la vía Apia. Miro las murallas de Roma por última vez, sólo Dios sabe si las volveré a ver. Me acompaña un guerrero bárbaro, su nombre es Ataulfo, se le ha encargado mi protección. No puedo dejar de sentir cierta simpatía hacía él, es el único que me ha dirigido una palabra amable en los últimos días. Afortunadamente, he podido traer conmigo algunas de mis pertenencias, descubro la tela que lo envuelve y leo las primeras palabras “Sator Arepo…”, eso me tranquiliza.”
24 de Agosto. 410 d.C.
“¡Los esclavos nos han traicionado! Han asaltado la puerta Salaria pasando a cuchillo a la guarnición, luego han realizado señales al ejército enemigo que se coló en tropel por la puerta abierta. Junto con otros miembros de mi familia huimos para refugiarnos en la iglesia de San Pedro”
25 de Agosto. 410 d.C.
“Permanecemos recluidos en el templo, fuera se escucha el furor de las hordas bárbaras que saquean todo lo que encuentran a su paso. Mi hermano el emperador intenta negociar con su jefe.”
26 de Agosto. 410 d.C.
“¡Horror! Mi confesor me ha revelado algo terrible. Mi hermano quiere entregarme al jefe bárbaro como botín. Quiere convertirme en su esposa. Prefiero morir”
27 de Agosto. 410 d.C.
“Salimos de la ciudad. Una larga fila de carros, caballos y soldados bárbaros se dibuja sobre la vía Apia. Miro las murallas de Roma por última vez, sólo Dios sabe si las volveré a ver. Me acompaña un guerrero bárbaro, su nombre es Ataulfo, se le ha encargado mi protección. No puedo dejar de sentir cierta simpatía hacía él, es el único que me ha dirigido una palabra amable en los últimos días. Afortunadamente, he podido traer conmigo algunas de mis pertenencias, descubro la tela que lo envuelve y leo las primeras palabras “Sator Arepo…”, eso me tranquiliza.”
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