viernes, 1 de agosto de 2008

Los Inicios de la Reconquista


Tras la derrota de Guadalete fueron muchos los visigodos que buscaron refugio en las regiones norteñas de Galicia, Asturias y Cantabria, o vascona y en el vecino Reino Franco. Las noticias que tenemos sobre los orígenes del núcleo astur son escasas. Entre los refugiados se encontraba Pelayo, personaje algo brumoso. Sabemos que preso en Córdoba consiguió huir y se puso a la cabeza de la insurrección, tras ser reconocido como jefe por los astures y godos en una asamblea celebrada en el monte Auseva en el 718. La rebelión protagonizada por Pelayo y sus seguidores inquietó poco a los musulmanes, entonces ocupados en las Galias, pero las reiteradas peticiones de ayuda del gobernador gijonés, decidieron al emir Ambasa, a enviar parte de las tropas que se empleaban en la Narbonense, para acabar con los insurrectos. En una de esas expediciones se produjo un encuentro entre las tropas que dirigía Alqama y los rebeldes cristianos de Pelayo, el encuentro terminó con la derrota musulmana. Tal fue la batalla de Covadonga cuya ubicación cronológica resulta difícil, quizás entre los años 718 o 722. Desde el punto de vista militar es un acontecimiento insignificante, pero en el orden espiritual su importancia es inmensa. Poco más se puede decir de Pelayo salvo que fijó su residencia en Cangas de Onís. Muere hacia el 737, y tras breve reinado de su hijo Favila, al que se lo comió un oso cuando iba de cacería, llega al poder Alfonso, que es probable, ya usara el título de rey. Curiosamente el gran acontecimiento del reinado de Alfonso I, se produce en Alándalus. Se trata de la gran insurrección de los bereberes del 741, durante la cual abandonan las posiciones que ocupaban frente a los montañeses en tierras de Galicia, Astorga y orillas del Duero, para ir hacia el sur. Alfonso I aprovechará la oportunidad para consolidar su reino, convirtiéndose en realidad, en el fundador del reino astur. Tres consecuencias importantes tuvo su política. En primer lugar la ampliación de los límites del reino por las comarcas de León y Astorga. En segundo lugar la ampliación territorial permite incorporar al núcleo astur la población cristiana emplazada en la retaguardia de las guarniciones musulmanas. La incorporación de numerosos hispano godos a los dominios astures se dejó sentir pronto al desaparecer el predominio que hasta entonces mantenían las tribus montañesas, y dar un nuevo carácter a la guerra contra el Islam, pues, en adelante se crea la conciencia de su deber de reconstruir el reino de Toledo. Por último y en tercer lugar, cabe destacar también, la fijación de una primera frontera efectiva entre cristianos y musulmanes. En el 757, muere Alfonso I. Se sucede entonces un periodo de crisis en el reino astur sin ningún monarca destacable, en parte también por el fortalecimiento de Córdoba con los emires Abd Alrahman I, y Hisham I. En cualquier caso se continuó la repoblación por el valle del Niño, montes de León y Cantabria aunque, impidieron la expansión hacia el sur.

Será con Alfonso II, cuando el Reino Astur se consolide tanto interior como exteriormente. Quizás a eso ayudó el que su reinado durara 51 años. Alfonso II hace frente a las invasiones de los musulmanes donde se suceden las victorias, caso del asalto de Lisboa, y las derrotas, como ocurrió con el saqueo de Oviedo. Finalmente se negocia una tregua por espacio de 12 años. Alfonso II establece la capital en Oviedo y allí intenta establecer todo el orden de los godos, disponiendo todas las cosas, tanto para la iglesia como para palacio, según se había observado en Toledo. Así lo relata la crónica albedense. Y el caso es que Alfonso II se empeñará en dotar a su reino de un marco político administrativo, semejante al de la antigua monarquía toledana. Es lo que se llama neogoticismo astur. Pero, ni en lo eclesiástico, ni en lo civil, pudo realizar una restauración completa del reino visigodo. Para que ello fuera posible era necesario efectuar la restauración eclesiástica, cosa difícil porque en la España mozárabe todavía se mantenía en pie, la rígida estructura visigoda con Toledo a la cabeza. Para suplir esa carencia vinieron a contribuir dos acontecimientos acaecidos durante el reinado de Alfonso II. En primer lugar la aceptación de la herejía adopcionista por Elipando, primado de Toledo, brindaba al rey la ocasión de romper los lazos con la iglesia toledana. En segundo lugar, el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago en Compostela, que fue sin duda, un fenómeno de trascendental importancia para la edad media española y europea. La formación del culto a Santiago y su localización en Compostela tiene dos consecuencias importantísimas. La primera es que frente a Toledo, los cristianos del norte poseen un centro de espiritualidad que les pone en pie de igualdad ante la decadente y herética sede. La segunda es la de dotar a los cristianos de un símbolo religioso en su lucha contra el Islam.

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